miércoles, 15 de octubre de 2014

Algunas ideas sobre las prácticas docentes para la transformación de la docencia universitaria en el contexto de la estandarización de la calidad institucional


Desde el punto de vista institucional las universidades con más trayectoria histórica han proyectado como políticas de calidad el mejoramiento a través del cumplimiento de estándares, nacionales e internacionales, y de la autoevaluación de sus programas con el propósito de cumplir los fines y la misión institucional, lo que ha constituido un reto para mantenerse en el proceso de acreditación interna y la búsqueda de reconocimiento externo con vocación de permanencia.

No obstante dichos propósitos, no todas las instituciones han logrado cumplir con dichas metas y otras no lo han iniciado como política institucional, en este contexto surge como pregunta: ¿Cuál es el rol del docente en esa acreditación institucional?

Reflexionar sobre el rol del docente en los procesos de acreditación y en la calidad institucional implica que el docente asuma el proceso como parte de su reflexión pedagógica y que no lo vea como un compromiso típica o únicamente institucional, en este sentido y bajo una comprensión sistémica como lo plantea la metodología de la “Caracterización de tres modelos de aseguramiento de la calidad a partir de la experiencia de las IES en Colombia”, el docente y su trabajo en el aula de clases es el escenario natural de realización de esos fines institucionales en lo que tiene que ver con la academia, la investigación y la extensión universitaria, pues en su reflexión pedagógica debe incluir la investigación como parte del programa y la extensión como forma de aproximar la docencia a la realidad, en otras palabras, la actividad docente se caracterizaría por ser un subsistema en el entorno institucional.

En este sentido los docentes, incluyendo los docentes de cátedra y ocasionales, deben asumir e interiorizar los fines institucionales, su sentido y significado en el proceso de acreditación y de calidad de la educación como propios, como parte del ejercicio docente, y no como un proceso administrativo de tipo burocrático, ello incluye que en el ejercicio docente sea común la co-evaluación y la autoevaluación de la práctica pedagógica, así como la transversalización de los fines y misión institucional en los contenidos del programa que va a dictar.

Aunque la mayoría de documentos oficiales le dan mayor peso a los modelos de gestión, a los factores institucionales de calidad, el docente debe entrar a evaluar su propio ejercicio docente e integrar esas posibilidades institucionales de calidad a su cátedra aunque no se trate de un profesor de tiempo completo, por lo menos debería poder asumir la investigación de la disciplina como un insumo de su cátedra y como incentivo para la producción docente.

En este sentido se debe repudiar el constante “reciclaje” de vieja producción como nueva, con el cambio de su nombre o supuesto avance de investigación para cumplir estándares de producción exigida como criterio cuantitativo de publicación y divulgación académica. El efecto de ello es que la producción docente debe involucrar a los estudiantes, ser insumo de su ejercicio educativo y altamente funcional para el avance en la investigación, en otras palabras, pueden existir instituciones educativas acreditadas en la que los docentes son el centro del acto educativo y con cumplimiento de estándares cuantitativos de producción aunque con muy poco avance en el ámbito científico y pedagógico.

De otra parte, es necesario que la educación y los estándares de calidad de la misma se construyan desde una perspectiva de los derechos humanos y del estudiante como un sujeto de interacción pedagógica importante en el proceso, pues como lo plantea Zabalza Beraza, hoy en día estamos más concentrados en otras variables que en la persona, así, nos preocupamos en exceso en  el aprendizaje alineado, la calidad vinculada al contexto, la territorialización curricular, las buenas prácticas”, etc., pero no en el sujeto de interacción pedagógica.

En este sentido no se encuentra en los estándares, o en la caracterización de las mejores instituciones de educación superior, que exista enfoques diferenciales o perspectiva de derechos para atender la diversidad de población que accede a las Instituciones de Educación Superior. Un criterio de evaluación importante sería la verificación de los enfoques diferenciales, de género y de derechos que deberán permear la construcción de un modelo o estándar de calidad, pues tal como están diseñados y como se ejecutan en la práctica pareciera que la prioridad está en los procesos, en los procedimientos y en las instituciones y no en las personas.  

Todo lo cual no implica desconocer la importancia de los modelos burocráticos de gestión o de los procesos y procedimientos, sino que ellos deben tener como complemento la práctica docente y el reconocimiento del estudiante como el principal actor del proceso educativo, sin ellos no se podría hablar de una transformación educativa, sino que llegaríamos a una formalización y estandarización de la calidad que en la realidad devendría como una práctica puramente formalista perfectamente estandarizada.

Lo anterior implica un reto para el docente, quien debe no solo conocer el sentido de si de la institución para la que trabaja, sino que debe saber traducir dicho sentido, finalidad o propósito en su programa, actualizando constantemente sus prácticas pedagógicas con un doble parámetro de cualificación: la institución y las personas, esto es, los estándares de calidad  y los estudiantes. 

Como quiera que esas buenas prácticas están en el mundo del ser, de la realidad, de lo que se hace, ellas deben ser cambiantes, pues no existen prácticas universales u homogéneas como plantea Zabalza, ellas no funcionan igual en un grupo que en otro o de un profesor a otro, en este sentido, contrasta con el hecho de que el docente deba pensar su acto educativo frente a unos estándares objetivizados y a una realidad en constante cambio, dichos estándares han de entenderse como principios de lo que debe ser en un contexto altamente formalizado y ahí existe un reto para el docente.

Ahora bien, en el marco de la política institucional debería ser parte del aumento de la calidad, la investigación, la socialización y la reflexión colectiva de las prácticas docentes, esto es, los docentes deberían en el marco de la calidad institucional procurar la interacción y el intercambio de las buenas prácticas como parte del acumulado colectivo de mejoramiento, de reflexión pedagógica y académica planteando incluso líneas de investigación colectivas e interdisciplinarias para el mejoramiento constante de su actividad.

Finalmente, los procesos de investigación y docencia universitaria deben incluir los procesos de extensión como forma de llevar la academia a la población en general y poder retroalimentar desde lo social la calidad de sus programas al tiempo que puede mejorar su divulgación, hoy en día puede haber universidades altamente acreditadas, con altos estándares de calidad formal y burocratizada sin que existan procesos de acercamiento idóneos con la realidad o que permitan tal conexión que su transformación.


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