La Universidad de La Sabana me ha brindado la oportunidad de
dirigir las palabras de graduación a mis colegas maestros y profesores que
concluyen hoy sus estudios de posgrado y continúan su camino con una nueva responsabilidad:
ser maestros y educadores cualificados, conscientes en el acto educativo, de su
rol reflexivo y transformador de la sociedad.
Oportunidad que agradezco enormemente y en las que expresaré
mi sentir como maestro en pedagogía, pero también como persona, como profesional en el derecho, pero especialmente como profesor de muchos jóvenes, que como sus estudiantes, merecen vivir y ser en un mundo mejor.
Este es un momento histórico en el que el país y la sociedad
reclaman mejor educación, educación de calidad, mejores seres humanos y un futuro
diferente, un futuro de respeto, reconciliación, solidaridad, equidad, con menos
violencia y más amor, ¡mucho más amor!, Parte de esa responsabilidad está en
nuestras manos, en sus manos como educadores.
Sin ser educador, en mi calidad de abogado fui afortunado al
ser nombrado profesor de carrera y el tiempo me puso como proyecto de vida la
docencia universitaria. Con un profundo respeto por lo que significa enseñar y
ser educador, decidí que debía aprender a serlo, que debía construirme como
docente, aprender a ser y a ejercer la docencia y no me equivoqué. El camino
debía iniciarlo y la Universidad me brindó el mejor escenario para hacerlo.
Al llegar a la Universidad de La Sabana me encontré con mis
compañeros de curso, todos maestros, de diferentes disciplinas, de estudiantes
de todas las edades, de diferentes proyectos educativos y condiciones
económicas y sociales, todos con la idea común de ser mejores profesores y de
reconstruirnos a nosotros mismos para el cambio.
Luego, el encontrarme con los demás maestros, de todos los
rincones de la ciudad, profesores de todos los sectores y de todas las
condiciones sociales y económicas, fue encontrarnos con la realidad, con el
reflejo educativo y social del país. Maestros que en su diario vivir profesional
comparten con la necesidad, con la desigualdad, con la pobreza, con la
violencia, con la injusticia social, pero también con la inteligencia, el
esfuerzo, el trabajo, la ilusión, las posibilidades de reconstruir el mundo, de
formar un proyecto de vida. Por todo ello comprendí que ser profesor no sólo es
dominar una disciplina, transmitir un conocimiento, ser profesor es forjar una
forma de ser, forjarnos a nosotros mismos, forjar un ethos docente que influye en la vida de los demás y la llega a
marcar, es también forjar un ethos en
ellos, en nuestros estudiantes.
Compartir con todos ustedes maestros y maestras, ha sido uno
de los mejores privilegios que he tenido, los debates con muchos de ustedes,
sus investigaciones pedagógicas, sus diálogos e historias en su contexto de
enseñanza y aprendizaje, sus puntos de vista, me han llevado a la reflexión
profunda de nuestro compromiso como docente y como persona.
De ustedes maestros he aprendido que el mundo teórico y la
explicación del mundo de la vida no lo es todo, que es importante y quizá más importante,
comprender la realidad; que la realidad es tan compleja e incierta que no la
podemos ver con los ojos de la igualdad, que debemos verla con los ojos de la
equidad; que las situaciones de violencia de género, violencia intrafamiliar, violencia
política, entre otros discursos de odio, están presentes en nuestra sociedad,
pero como maestros tenemos la posibilidad de sembrar en las nuevas generaciones
un punto de vista diverso, reflexivo, respetuoso y de solidaridad. Semejante
responsabilidad la cumplen y construyen ustedes todos los días, poco a poco, al
reflexionar y aplicar lo que aprendimos todos sobre qué y cómo pensar el acto
educativo.
También comprendí y reforcé esa intuición que tenía, según la
cual, educar y educarnos no se hace a través de la disciplina, del castigo, ni
de las relaciones verticales de poder. Una educación como la que recibimos en
este posgrado, dialógica, solidaria y centrada en las personas, la podemos
replicar en nuestros escenarios educativos, transformados en escenarios de
comunicación y de debate con respeto entre los sujetos de interacción
pedagógica: los profesores y los estudiantes.
La educación que recibimos en esta casa universitaria es
posible realizarla con los nuestros, con nuestros estudiantes y nuestras hijas
e hijos, cambiar ese paradigma vertical, conductista, tormentoso e impositivo, con
seguridad nos llevará a una sociedad diversa. A una sociedad en la que las personas
se respetan y respetan a los demás porque así lo aprendieron en el aula de
clases, en la familia y en sociedad y no porque alguien les obliga a obedecer
una norma.
Si algo nos ha dejado el paso por La Universidad de La Sabana,
es precisamente eso, que ahora somos profesores reflexivos, que la reflexión
pedagógica la orientamos al mejoramiento continuo del acto de enseñar, que
pensamos las instituciones educativas desde la persona y para la persona, que
valoramos y vivimos nuestro quehacer como servicio, como medio para construir
una sociedad justa, pacífica y solidaria, que todo ello lo adaptamos a nuestro,
no siempre pacífico, contexto educativo.
Como maestrandos escuchamos en el aula de clases a profesores
que nos dieron su punto de vista y que especialmente nos pusieron a pensar, a
debatir, a construir e incluso a trabajar ¡y muy duro!, ¿cómo olvidar la epistemología de la educación?
Como estudiantes nos vimos haciendo tareas, trabajos y la
tesis, la investigación pedagógica, educativa o la que se adelanta en
cualquiera de las disciplinas en las que hoy se gradúan algunos de nuestros
compañeros, que nos puso a sufrir, a meditar e incluso a sollozar. Nos tocó
asumir nuevamente el rol de estudiantes, acostumbrados al de maestros o de
profesionales en ejercicio en diferentes campos del saber, nos sentimos en
ocasiones aturdidos, saturados y exhaustos. En ocasiones, con las mismas
excusas que quienes somos profesores censuramos a nuestros estudiantes, pedimos
que nos aplazaran un deber. Muchos tuvimos problemas con el PC a última hora y
no pudimos entregar el trabajo. Vernos que de ese lado de la realidad también
fue un proceso de aprendizaje y porque no, de comprensión por lo que significa estar
ahí, aprendiendo, para nuestros estudiantes. En eso también somos iguales.
A quienes nos graduamos como magisters nos espera un camino
no tan fácil, más bien difícil y mediado por la complejidad, ¿pero quién dijo
que la dificultad no es buena compañía o consejera?, las dificultades nos
plantean retos, nos plantean dudas, nos plantean la necesidad de transformarlas
en oportunidad.
La complejidad de la sociedad contemporánea, la devastación
forestal y animal, el daño ambiental, la disminución de los recursos hídricos,
el consumo y el consumismo al que nos ha dirigido la sociedad global, el
vértigo económico, la desigualdad social, y en nuestro entorno inmediato las
preguntas impertinentes, los debates, las diversas formas de pensar, de actuar,
de ser y las condiciones de vida de nuestros estudiantes, serán nuestros
insumos para la comprensión y transformación de la educación, no algo que
debamos rechazar.
Estos temas nos convocan a todos los graduandos, de todas las
disciplinas que hoy están aquí, para celebrar el fruto de sus horas de trabajo,
de reflexión, de esfuerzo y de dedicación, sustentados en la convicción de que
las cosas pueden hacerse de una manera distinta, que tiene como objetivo la
búsqueda de una mejor calidad de vida tanto para quienes entablarán una
relación profesional con nosotros, como para quienes recibirán el efecto de
nuestras prácticas pedagógicas.
Ya no somos los mismos, ya no nos sentimos igual cuando
entramos al aula de clases y comprendemos todo lo que implica ser y estar para
la persona que nos va a escuchar, cuando comprendemos y reflexionamos sobre
nuestra responsabilidad. Eso que somos ahora irá cambiando, pero la esencia, el
ethos que nos acompaña como docentes
en nuestro caso y como cada uno de los profesionales que hoy se gradúan con
nosotros, estará presente para recordarnos el deber de tratar de hacer mejor las
cosas, de tratar de cambiar nuestra realidad.
En este sentido, la mejor educación que podemos dar a
nuestros estudiantes y también a nuestros hijos e hijas y a nuestros compañeros
de trabajo, es el ejemplo de compromiso, de esfuerzo, de persistencia, de lealtad
con nuestros ideales y formación moral; la importancia de la solidaridad y el respeto
por las opiniones de los demás, guiados con el ejemplo de quienes hemos vivido
un país marcado por la violencia, pero que desde nuestras profesiones, damos
todo de sí para el cambio, para brindarles a nuestros estudiantes, colegas y
futuras generaciones, las bases de proyección como mejores personas, como
futuros profesionales, respetuosos de los demás, de la naturaleza y de la vida.
Porque un mundo mejor es posible para todos. Felicitaciones graduandos de la Universidad
de La Sabana.
Chía, Cundinamarca.
29 de septiembre de 2015
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