martes, 6 de octubre de 2015

Nuestro compromiso como docentes


La Universidad de La Sabana me ha brindado la oportunidad de dirigir las palabras de graduación a mis colegas maestros y profesores que concluyen hoy sus estudios de posgrado y continúan su camino con una nueva responsabilidad: ser maestros y educadores cualificados, conscientes en el acto educativo, de su rol reflexivo y transformador de la sociedad.

Oportunidad que agradezco enormemente y en las que expresaré mi sentir como maestro en pedagogía, pero también como persona, como profesional en el derecho, pero especialmente como profesor de muchos jóvenes, que como sus estudiantes, merecen vivir y ser en un mundo mejor.

Este es un momento histórico en el que el país y la sociedad reclaman mejor educación, educación de calidad, mejores seres humanos y un futuro diferente, un futuro de respeto, reconciliación, solidaridad, equidad, con menos violencia y más amor, ¡mucho más amor!, Parte de esa responsabilidad está en nuestras manos, en sus manos como educadores.

Sin ser educador, en mi calidad de abogado fui afortunado al ser nombrado profesor de carrera y el tiempo me puso como proyecto de vida la docencia universitaria. Con un profundo respeto por lo que significa enseñar y ser educador, decidí que debía aprender a serlo, que debía construirme como docente, aprender a ser y a ejercer la docencia y no me equivoqué. El camino debía iniciarlo y la Universidad me brindó el mejor escenario para hacerlo.

Al llegar a la Universidad de La Sabana me encontré con mis compañeros de curso, todos maestros, de diferentes disciplinas, de estudiantes de todas las edades, de diferentes proyectos educativos y condiciones económicas y sociales, todos con la idea común de ser mejores profesores y de reconstruirnos a nosotros mismos para el cambio.

Luego, el encontrarme con los demás maestros, de todos los rincones de la ciudad, profesores de todos los sectores y de todas las condiciones sociales y económicas, fue encontrarnos con la realidad, con el reflejo educativo y social del país. Maestros que en su diario vivir profesional comparten con la necesidad, con la desigualdad, con la pobreza, con la violencia, con la injusticia social, pero también con la inteligencia, el esfuerzo, el trabajo, la ilusión, las posibilidades de reconstruir el mundo, de formar un proyecto de vida. Por todo ello comprendí que ser profesor no sólo es dominar una disciplina, transmitir un conocimiento, ser profesor es forjar una forma de ser, forjarnos a nosotros mismos, forjar un ethos docente que influye en la vida de los demás y la llega a marcar, es también forjar un ethos en ellos, en nuestros estudiantes.

Compartir con todos ustedes maestros y maestras, ha sido uno de los mejores privilegios que he tenido, los debates con muchos de ustedes, sus investigaciones pedagógicas, sus diálogos e historias en su contexto de enseñanza y aprendizaje, sus puntos de vista, me han llevado a la reflexión profunda de nuestro compromiso como docente y como persona.

De ustedes maestros he aprendido que el mundo teórico y la explicación del mundo de la vida no lo es todo, que es importante y quizá más importante, comprender la realidad; que la realidad es tan compleja e incierta que no la podemos ver con los ojos de la igualdad, que debemos verla con los ojos de la equidad; que las situaciones de violencia de género, violencia intrafamiliar, violencia política, entre otros discursos de odio, están presentes en nuestra sociedad, pero como maestros tenemos la posibilidad de sembrar en las nuevas generaciones un punto de vista diverso, reflexivo, respetuoso y de solidaridad. Semejante responsabilidad la cumplen y construyen ustedes todos los días, poco a poco, al reflexionar y aplicar lo que aprendimos todos sobre qué y cómo pensar el acto educativo.

También comprendí y reforcé esa intuición que tenía, según la cual, educar y educarnos no se hace a través de la disciplina, del castigo, ni de las relaciones verticales de poder. Una educación como la que recibimos en este posgrado, dialógica, solidaria y centrada en las personas, la podemos replicar en nuestros escenarios educativos, transformados en escenarios de comunicación y de debate con respeto entre los sujetos de interacción pedagógica: los profesores y los estudiantes.

La educación que recibimos en esta casa universitaria es posible realizarla con los nuestros, con nuestros estudiantes y nuestras hijas e hijos, cambiar ese paradigma vertical, conductista, tormentoso e impositivo, con seguridad nos llevará a una sociedad diversa. A una sociedad en la que las personas se respetan y respetan a los demás porque así lo aprendieron en el aula de clases, en la familia y en sociedad y no porque alguien les obliga a obedecer una norma.

Si algo nos ha dejado el paso por La Universidad de La Sabana, es precisamente eso, que ahora somos profesores reflexivos, que la reflexión pedagógica la orientamos al mejoramiento continuo del acto de enseñar, que pensamos las instituciones educativas desde la persona y para la persona, que valoramos y vivimos nuestro quehacer como servicio, como medio para construir una sociedad justa, pacífica y solidaria, que todo ello lo adaptamos a nuestro, no siempre pacífico, contexto educativo.

Como maestrandos escuchamos en el aula de clases a profesores que nos dieron su punto de vista y que especialmente nos pusieron a pensar, a debatir, a construir e incluso a trabajar ¡y muy duro!, ¿cómo olvidar la epistemología de la educación?

Como estudiantes nos vimos haciendo tareas, trabajos y la tesis, la investigación pedagógica, educativa o la que se adelanta en cualquiera de las disciplinas en las que hoy se gradúan algunos de nuestros compañeros, que nos puso a sufrir, a meditar e incluso a sollozar. Nos tocó asumir nuevamente el rol de estudiantes, acostumbrados al de maestros o de profesionales en ejercicio en diferentes campos del saber, nos sentimos en ocasiones aturdidos, saturados y exhaustos. En ocasiones, con las mismas excusas que quienes somos profesores censuramos a nuestros estudiantes, pedimos que nos aplazaran un deber. Muchos tuvimos problemas con el PC a última hora y no pudimos entregar el trabajo. Vernos que de ese lado de la realidad también fue un proceso de aprendizaje y porque no, de comprensión por lo que significa estar ahí, aprendiendo, para nuestros estudiantes. En eso también somos iguales.

A quienes nos graduamos como magisters nos espera un camino no tan fácil, más bien difícil y mediado por la complejidad, ¿pero quién dijo que la dificultad no es buena compañía o consejera?, las dificultades nos plantean retos, nos plantean dudas, nos plantean la necesidad de transformarlas en oportunidad.

La complejidad de la sociedad contemporánea, la devastación forestal y animal, el daño ambiental, la disminución de los recursos hídricos, el consumo y el consumismo al que nos ha dirigido la sociedad global, el vértigo económico, la desigualdad social, y en nuestro entorno inmediato las preguntas impertinentes, los debates, las diversas formas de pensar, de actuar, de ser y las condiciones de vida de nuestros estudiantes, serán nuestros insumos para la comprensión y transformación de la educación, no algo que debamos rechazar.

Estos temas nos convocan a todos los graduandos, de todas las disciplinas que hoy están aquí, para celebrar el fruto de sus horas de trabajo, de reflexión, de esfuerzo y de dedicación, sustentados en la convicción de que las cosas pueden hacerse de una manera distinta, que tiene como objetivo la búsqueda de una mejor calidad de vida tanto para quienes entablarán una relación profesional con nosotros, como para quienes recibirán el efecto de nuestras prácticas pedagógicas.

Ya no somos los mismos, ya no nos sentimos igual cuando entramos al aula de clases y comprendemos todo lo que implica ser y estar para la persona que nos va a escuchar, cuando comprendemos y reflexionamos sobre nuestra responsabilidad. Eso que somos ahora irá cambiando, pero la esencia, el ethos que nos acompaña como docentes en nuestro caso y como cada uno de los profesionales que hoy se gradúan con nosotros, estará presente para recordarnos el deber de tratar de hacer mejor las cosas, de tratar de cambiar nuestra realidad.

En este sentido, la mejor educación que podemos dar a nuestros estudiantes y también a nuestros hijos e hijas y a nuestros compañeros de trabajo, es el ejemplo de compromiso, de esfuerzo, de persistencia, de lealtad con nuestros ideales y formación moral; la importancia de la solidaridad y el respeto por las opiniones de los demás, guiados con el ejemplo de quienes hemos vivido un país marcado por la violencia, pero que desde nuestras profesiones, damos todo de sí para el cambio, para brindarles a nuestros estudiantes, colegas y futuras generaciones, las bases de proyección como mejores personas, como futuros profesionales, respetuosos de los demás, de la naturaleza y de la vida.  
Porque un mundo mejor es posible para todos. Felicitaciones graduandos de la Universidad de La Sabana.

 Chía, Cundinamarca.

29 de septiembre de 2015

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